La Tosferina es una patología que teníamos practicamente olvidada en nuestro país gracias a la gran cobertura vacunal, sin embargo ha causado recientemente una importante alarma social a raiz de dos casos comunicados en lactantes, con resultado de muerte.
Se trata de una enfermedad infecto-contagiosa causada por una bacteria llamada Bordetella Pertussis; sólo se encuentra en humanos y tiene dos etapas o fases: la primera es la infección o colonización del microorganismo de las células del aparato respiratorio, y allí se multiplica, después se desarrolla la enfermedad propiamente dicha, que se produce por la secrección de toxinas por parte de la bacteria y que originan los síntomas de la tosferina. El nombre de esta patología se refiere a los ruidos respiratorios que se producen entre los ataques de tos y que se asemejan a los producidos por las fieras cuando rugen.
Debemos tener en cuenta que existen otros microorganismos que pueden producir cuadros clínicos similares aunque, en general, más leves. Forman parte del llamado Síndrome Pertusoide y está causado por otras bacterias y virus.
La Organización Mundial de la Salud estima que en 2008 hubo alrededor de 16 millones de casos y 195.000 muertes por tosferina en el mundo, pero más del 95% correspondió a países en desarrollo que son más pobres y tienen menos medios. La tosferina ocupa el quinto lugar como causa de muerte en los niños menores de 5 años por enfermedades que pueden ser prevenidas, después de las infecciones neumocócicas, el sarampión, la gastroenteritis por Rotavirus y las infecciones por Haemophilus influenzae tipo b, y representa un 11% del total.
Por lo tanto, se puede deducir de todo esto que la tosferina continúa siendo un problema de salud pública y es una enfermedad que sigue existiendo en los países desarrollados, con aparición de epidemias cada 2-5 años, aunque su incidencia ha disminuido considerablemente gracias a la vacunación sistemática de los lactantes y preescolares. Ultimamente se han observado epidemias de tosferina en países que han mantenido altas coberturas vacunales, como los Estados Unidos, Canadá, Australia, Japón, Bélgica, Holanda, Noruega, el Reino Unido, Alemania y Eslovenia. Un ejemplo reciente es el de California, que en 2010 vivió un brote en el que se comunicaron unos 9.000 casos, una cifra similar a la de 1947, que fue el último observado de la era prevacunal (antes de la existencia de vacunas); en 2014, pasados 4 años, se declararon unos 10.000 casos: esto pone de manifiesto la reemergencia de la tosferina en 2 picos epidémicos con un intervalo de 4 años. La tosferina debe ser considerada en estos momentos, como una enfermedad reemergente. La vacunación es la medida preventiva más eficaz para el control de la enfermedad, pero tanto la inmunidad natural producida por la propia patología como artificial adquirida gracias a la vacuna disminuyen con el tiempo, por lo que la protección que ofrecen no es duradera.
Existen dos tipos de vacunas: acelulares y celulares. Las primeras son más completas porque evitan las dos fases, pero las acelulares, a diferencia de las primeras que se autorizaron, sólo previenen la enfermedad y no actuan cuando la infección ya está presente, por ello son menos efectivas. Todo lo anterior parece que ha sido una de las causas de la reactivación de la tosferina en algunos paises. Por estos motivos, los calendarios vacunales deben ser mejorados.
Uno de los casos graves aparecidos recientemente ha ocurrido en nuestro país, concretamente en el Hospital Materno-Infantil de Málaga, donde muere un recién nacido de 15 días por causa de la tosferina. Este caso y otros similares se deben a que la inmunización se retrasa hasta después del período neonatal, lo que deja los lactantes menores de 6 meses con poca o ninguna protección.
La vacunación materna durante el embarazo aborda este vacío, y se recomienda cuando una madre o un lactante tienen un riesgo significativo de enfermedad para los que una vacuna sería segura y eficaz. Dicha vacunación tiene una doble finalidad: en primer lugar, evitar que la mujer adquiera la tosferina y contagie al neonato o al lactante (estrategia del nido), y en segundo lugar lograr la transmisión pasiva transplacentaria de anticuerpos al feto, que lo protegerán hasta que inicie la primovacunación a los 2 meses de edad. Se trata de una forma de inmunización que ofrece una doble protección, a la madre y al recién nacido (protección directa e indirecta).
Se debe realizar a partir de la semana 20 (mejor entre la semana 27 y 36 de gestación).
Es importante destacar que se ha recomendado la vacunación en cada embarazo con independencia del tiempo transcurrido desde el embarazo anterior ya que los anticuerpos maternos descienden de manera importante al año de la vacunación.
En España se puso en marcha esta estrategia a partir de enero de 2014, primero en Cataluña y a partir del verano de ese mismo año en Asturias. Posteriormente, ya en 2015, otras comunidades autónomas han empezado a incluirla en su calendario vacunal.
Algunos estudios publicados en los últimos 2 años en Inglaterra
han demostrado la alta efectividad del programa de vacunación
de la embarazada para evitar la tosferina en el lactante menor
de 3 meses, con cifras entre el 90-93%, cuando la vacuna se administra al menos 7 días antes del parto, y también han comprobado
la seguridad de la vacunación, demostrando que no existen evidencias de un aumento de riesgo de efectos adversos ni para la madre ni para
el feto.
El CDC que antes hemos nombrado, además de recomendar la vacunación de la embarazada, insiste en combinarla con la estrategia del nido, vacunando a las personas que vayan a convivir con el lactante, al menos 2 semanas antes de que nazca el futuro bebé.
El CDC que antes hemos nombrado, además de recomendar la vacunación de la embarazada, insiste en combinarla con la estrategia del nido, vacunando a las personas que vayan a convivir con el lactante, al menos 2 semanas antes de que nazca el futuro bebé.